¿Te has preguntado por qué comes sintiendo que no puedes parar cuando no tienes hambre física o ya te encuentras satisfecho/a?
Pues quizá hay alguien o algo más dentro de ti que tenga ganas de devorar y destruir con sus dientes todo lo que se le cruce por el camino.
Esta última frase puede sonar un poco violenta, pero refleja, en varios casos, una cruda y compartida verdad.
Cuando hablamos de hambre emocional me refiero al hecho de comer para gestionar emociones, y esto no es ni positivo ni negativo, sólo refleja una conducta que según el contexto podría ser o no problemática. Gestionar emociones puede entenderse, por un lado, como “hacer algo” para que desaparezca el malestar, o por el otro lado, reconocer la emoción y darle una sana salida entendiendo su mensaje y función. Pero hay que recordar que cada emoción es distinta, que aparece por situaciones diferentes y que despierta sensaciones incómodas diversas.
Por ejemplo, la tristeza y la rabia son energías muy distintas, que se gestionan de manera distinta y que muchas veces coexisten. Es decir, puedes sentir rabia y tristeza al mismo tiempo, y puedes incluso a veces tapar la tristeza con la rabia o viceversa.
Entonces, cuando comemos emocionalmente puede que no estemos tristes o con rabia. Pero ojo que también es posible comer emocionalmente bajo la alegría o confort.
Volviendo a las emociones incómodas, ¿qué pasa cuando comemos con enfado?
Pues si bien la tristeza es una emoción que se destaca por la lentitud, por la falta de motivación para moverse o hacer cosas, la rabia es una energía potente que impulsa a actuar, que lleva a que te den ganas de gritar, golpear cosas o golpear a alguien. La rabia o enfado, entonces, podría representarse como una bestia enfurecida que quiere destrozar todo lo que se cruce.
¿Pero qué pasa con la expresión de la rabia?
Habitualmente, en la cultura occidental, la rabia no está bien vista, pues a veces puede salir de manera violenta y dañar verbal o físicamente a los demás. Y esto es porque nadie nunca nos enseñó a descargarla sanamente, sin posibilidad de dañar a otros, sino que lo que nos enseñaron fue a guardarla dentro muy adentro y aprender a vivir con ella escondida.
Ahora bien, guardar y reprimir la rabia no es muy sostenible en el tiempo, pues se manifiesta de alguna manera inconsciente, o sale desenfrenada cuando se acaba el espacio y el lugar en el que la guardábamos explota, en este caso se hacen y si dicen cosas de manera impulsiva pudiendo agredirnos a nosotros/as o a otras personas.
Con mi experiencia personal y profesional me he dado cuenta de que un mecanismo que ayuda a “gestionar· la rabia, o más bien a ayudarle a que se quede adentro,es comer, pero no comer cualquier cosa, sino más bien comer alimentos duros que necesiten masticarse. Pues con el movimiento mandibular se libera esa energía reprimida que conduce al tragar, hasta que, de tanto comer y tragar y según los niveles de azúcares, el sistema nervioso queda sedado y apaciguado. Es como si esta bestia que representa la rabia, te pidiera comida, como si te pidiera devorar para descargar su enfado, y a consecuencia queda tan llena que se queda callada y dormida. Pero en algún momento vuelve y despierta.
Aquí entonces la comida llega a ser esta herramienta que te está posibilitando callar a la bestia y ponerla a dormir. Pero cada vez que se despierta vuelve y te pide más, más comida, más tragar, más devorar, pues el enfado aún sigue adentro, guardado, no desaparece. ¿Qué pasa si le damos voz a esta bestia? ¿Qué pasa si encontramos un cauce seguro por el cual la rabia pueda ser liberada? ¿Crees que es posible liberar a la bestia cada vez que lo pida?
Si te sentiste identificado o identificada es posible que te venga bien un acompañamiento para gestionar sanamente las emociones y así poder hacer las paces con la comida.
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Pamela Crombie
Psicóloga, y psicoterapeuta integradora
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